viernes, 16 de noviembre de 2012

El Batllismo. El Papel de la Mujer. Sus derechos.


Historia
A) Observar los textos:
 1 Tomado de http://www.santillana.com.uy/pdfs/libroPDF1371.pdf
2. Tomado de trabajo de:  La "modernización" de las mujeres.Una mirada al Uruguay del novecientos. Alicia Lissidini  


B) Realiza un análisis de la situación de las mujeres a comienzos del siglo XX y los cambios que se comienzan a producir durante el Primer Batllismo.
Elabora un documento para debatir con tus compañeros. Presenta material en formato digital sobre el tema.


Feministas uruguayas
La lucha de las mujeres por sus derechos se dio en muchas partes del mundo, desde mediados del siglo XIX. En Uruguay, las primeras feministas empezaron a actuar a principios
de siglo. En 1911, la maestra María Abella Ramírez fundó el primer grupo feminista y,
cinco años después, Paulina Luisi creó el Consejo Nacional de Mujeres.
Estas pioneras reclamaban el derecho al sufragio femenino, así como el derecho
de las mujeres a estudiar una carrera universitaria.
Paulina Luisi fue la primera médica cirujana del país. Se recibió en 1908, tras
soportar las burlas de sus compañeros y la desconfianza de muchos de sus
profesores y colegas. Pese a esto, logró tener una cátedra y enseñar en la Facultad de Medicina.
Era uno de los ocho hijos de la familia Luisi. Su madre era maestra y también
luchadora por los derechos de la mujer. Su padre había enseñado a sus seis
hijas mujeres a bastarse por sí mismas. Todas fueron maestras, pero, además,
dos fueron médicas. Otra, Inés, fue la primera abogada uruguaya y otra, Luisa, fue
poetisa.
La familia Luisi fue una excepción. Sus integrantes encontraron la manera de hacerse
oír en la sociedad. Hoy los historiadores que quieren rescatar las voces de otras mujeres de la época deben afinar mucho su capacidad de escuchar.
La lucha de las mujeres por sus derechos se dio en muchas partes del mundo, desde me-
. En Uruguay, las primeras feministas empezaron a actuar a principios
de siglo. En 1911, la maestra María Abella Ramírez fundó el primer grupo feminista y,
La familia Luisi fue una excepción. Sus integrantes encontraron la manera de hacerse
oír en la sociedad. Hoy los historiadores que quieren rescatar las voces de otras mujer Luisa Luisi.

Tema 2.

Los hombres uruguayos del novecientos: "compensar la desigualdad femenina".
En el marco del nuevo modelo demográfico, de la influencia europea y de los cambios
que se están produciendo en el imaginario colectivo uruguayo se comienza a discutir la
"cuestión femenina".
Junto con la polémica en la prensa y en los debates parlamentarios, surgen las primeras
organizaciones femeninas en el país. Ellas son de dos tipo: las organizaciones de
trabajadoras que se movilizan básicamente por "igual trabajo, igual salario" (las
primeras organizaciones datan de 1901); y las organizaciones feministas, formada por
mujeres con educación superior exigiendo el derecho al sufragio femenino. (Rodríguez
Villamil, 1989). Corresponde a la generación de feministas ("feminismo de la
igualdad") que, como señala Kristeva, aspiraban a ganarse un lugar en el tiempo lineal y
a ser reconocidas por aquellos valores lógicos y ontológicos de la racionalidad
dominante del proyecto moderno, globalizando los problemas de las mujeres bajo la
etiqueta de la "Mujer Universal". (Goulov, 1993)
Respecto a los debates en la prensa y en el Parlamento, los batllistas expondrán la
necesidad de reducir las desigualdades en las oportunidades iniciales. En particular, el
filósofo y orador batllista Carlos Vaz Ferreira, veía a la mujer como "una especie
fisiológicamente organizada en desventaja" respecto al hombre. A partir de esta
afirmación considera que el ideal no era igualar la condición de la mujer a la del
hombre, sino compensar la desigualdad biológica a través de la legislación. El mismo lo
llamará "feminismo de compensación". (Vaz Ferreira, 1957). El batllismo procurará
entonces "protegerla", pero también la promoverá, en especial en lo que respecta al acceso a la educación secundaria y superior y a los derechos civiles y políticos. El
objetivo era transformarla en una ciudadana acorde con los requerimientos de un país
que bajo el influjo del batllismo se "moderniza" y pretende distinguirse en el contexto
latinoamericano por sus cualidades culturales y políticas.
En esta postura influyó el profundo anticlericalismo de los batllistas que los impulsó a
alejar a la mujer de la influencia de la Iglesia: "La mujer es, como el hombre, una
personalidad en plenitud, capaz como tal de derechos y deberes totalmente equivalentes
a los del hombre. La religión cristiana es la culpable del estado de inferioridad en que la
mujer ha vegetado durante siglos". (Diario "El Día" 1922)
Pero más allá del anticlericalismo ésta actitud batllista (de protección e incentivo a la
mujer) se inscribe en la prédica batllista influenciada fuertemente por el pensamiento
humanista y liberal europeo (comparable a la actitud "paternalista" frente a los obreros).
Así se expresaban dos diputados batllistas (en defensa del derecho al sufragio
femenino): "Eliminados los prejuicios de raza, de religión, y aún en cierto modo de
riqueza, queda aún en pie, como bochorno de la civilización, el prejuicio del
sexo..."Hagamos una ley esencialmente feminista que asombre al mundo, que atraiga
sobre nuestro bello y progresista país la simpática atención de toda la humanidad".
Educación y participación política conformaban los aspectos más relevantes en la
formación de esta nueva ciudadana. El inevitable ingreso al mercado laboral -producto
del avance capitalista- fue la tercera cuestión de discusión y preocupación por parte de
hombres y mujeres. Estos tres temas fueron objeto de reglamentación y de largos
debates parlamentarios.
La importancia de la educación, que fue considerada por Batlle como la "base de la
ciudadanía y la escuela pilar del sistema republicano democrático", se inscribe en la
lucha contra el prejuicio y la ignorancia. Y en la necesidad de "redemocratizar la razón"
y construir una sociedad nueva, desterrando el "prejuicio" (de los sectores
conservadores) y la ignorancia (de los iletrados). Nuestra República debe aprovechar
estos tiempos de formación que corren por ella, en que es fácil corregir vicios y defectos
incipientes, así como implantar instituciones nuevas, y prepararse para ocupar un puesto
distinguido entre las naciones civilizadas, no por la prepotencia de la fuerza (...) sino por
lo racional y avanzado de sus leyes, por su amplio espíritu de justicia, y por el vigor
físico, moral e intelectual de sus hijos. (Batlle y Ordóñez, Panizza, 1990:46).
Doblemente importante en el caso de la mujer por su rol de "madre" y por tanto de
"primera socializadora". Esto fue claramente expresado no sólo por los batllistas sino
también por los socialistas, compañeros de ruta en la aprobación de muchas de las leyes
reformistas: "No basta, para educar debidamente a la mujer, la instrucción primaria que
recibe hasta los 14 años y que abandona a la niña aún con un reducido bagaje de
conocimientos que olvidará para entregarse a adornos inútiles, si pertenece a las clases
acomodadas, o para entregarse a oficios y ocupaciones que embotarán sus facultades, si
pertenece a las clases menesterosas. Es necesario completar esta instrucción con la
instrucción secundaria para hacer de la mujer una buena madre de familia y una perfecta
compañera del hombre" (Emilio Frugoni, diputado del Partido Socialista, 1911:252.
Subrayado nuestro).
Como había sucedido en otros países, la educación de la mujer fue resistida y temida,
especialmente por los católicos. Ya en 1890, Monseñor Mariano Soler lo advertía:
"Primer peligro. La lectura de libros o periódicos que atacan la fe y la moral. Si ha
habido algún tiempo en que haya sido imperioso advertir la necesidad de huir de las
malas lecturas, es precisamente hoy". Escribía el periódico "El Amigo del Obrero" en
1900: "La novela moderna, salvo excepciones rarísimas (...) no es otra cosa mas que un
tejido de quimeras fantásticas, casi siempre ridículas, imaginadas sin otro objeto que entretener el ocio de los desocupados" y especialmente de "la mujer". Y relataba:
"Conocemos una señora que pudo ser muy feliz (...) y que es desgraciadísima a causa de
su pasión por las novelas. Bella, rica, habíase unido (a los 17 años con un hombre rico
que no amaba), honrado y bueno (...). Nuestra joven no supo mantenerse a la altura (...)
encontraba vulgares, prosaicos y hasta groseros, esos mil detalles de la vida íntima (...)
real, de la cual nunca le habían hablado sus libros (...) No veía en su esposo al héroe".
El temor por los cambios sociales que se estaban produciendo también era sentido y
expresado públicamente por algunas mujeres que vislumbraban el fin del "equilibrio"
familiar y de la "seguridad" hogareña. La poetisa Juana de Ibarborou lo expresaba de
esa manera: El contrapeso del hombre luchando fuera de la casa, era la mujer luchando
dentro de la casa...La armonía es la eterna ley de las compensaciones (...) ¿Cuál es el
porvenir de la familia? Líbranos Dios de la casa-cuna oficial al estilo soviético, del
interior hogareño fiscalizado y usado por los gobiernos como en Rusia (a todo se llega),
de la mujer absorta por los reclamos de lucha para su candidatura o el triunfo de su
candidato (...) Nos encaminamos al reino de las amazonas o de las mujeres-hombres...Y
femineidad se llama también, hogar, familia, sociedad, raza.
Los socialistas, sin abandonar las concepciones "tradicionales" respecto a lo que era
considerado "femenino" y en especial resaltando el papel de "madre" antes que el de
"mujer", incentivaron la aprobación de una legislación avanzada respecto a la "cuestión
femenina". En especial, su preocupación giró en torno a las mujeres trabajadoras,
quienes en este período ingresan al mercado de trabajo.
Sobre este tema también se enfrentaron el catolicismo, el racionalismo, el
protestantismo y el positivismo. Pero más allá de las discrepancias, y aún en los sectores
más "progresistas" de la sociedad, la opinión era mayoritaria: la exaltación de la
jerarquía de la función reproductora femenina en torno a la cual la mujer debía
organizar su vida. Incluso los liberales, partidarios de una educación amplia y universal,
plantearon que su propuesta "regeneradora", apuntaba a las "pobres mujeres", no
"absorbidas por las funciones de la maternidad", aquellas en las que no se realizaba "el
destino que la naturaleza les señalaba" (González Sierra, 1992:14). "Es que la mujer
convertida en obrera ya no es mujer. (Debe) llevar su vida oculta, abrigada, pública,
rodeada de afecciones queridas, y que tan necesaria a su felicidad y a la nuestra misma
(la de los hombres). Es menester buscar los medios de aumentar el lucro de las
industrias domésticas y la inteligencia, la moralidad y el salario de los obreros, para que estos puedan sobrellevar el peso de la familia, en la santa comunión del hogar" (Julio
Simón, parlamentario liberal, 1890).
Emilio Frugoni, quien defendiera fervientemente las leyes emancipatorias de las
mujeres declaraba: "no debemos proclamar el descuido o el desprecio de la maternidad,
la desaparición del santo afán de ser madre, para dar preferencia al intelectualismo,
como tampoco debemos proclamar (...) la preferencia de la maternidad a la
intelectualidad: el ideal que debe perseguirse y que podrá realizarse completamente en
sociedades futuras, cuando hayan desaparecido todos los factores de desequilibrio, de
desarmonía y de descomposición que predominan en la sociedad presente; el ideal que
debe perseguirse es que la mujer pueda conciliar de un modo perfecto estas dos cosas y
que sea tanto mas buena madre, cuanto mas intelectual sea".(Frugoni, 1911, Tomo
II:263).
Los batllistas serán los impulsores de la lucha por el derecho al sufragio femenino: "los
enemigos del voto de la mujer sostienen que no debe permitírsele que voten porque no
tienen inclinaciones políticas, porque no ha actuado nunca o lo ha hecho en muy
contadas veces, en la vida pública, y por que carece de experiencia en los negocios del
Estado. Son estos razonamientos falsos y, además desleales. Los hombres no pueden inculparle la falta de experiencia política porque ellos mismo se han encargado de
impedir que la adquiera ¿cómo podría la mujer tener hábitos democráticos y
conocimiento sobre de la ciencia de gobierno, si nunca se le ha dejado sufragar y si se le
han clausurado todas las vías de acceso a la dirección de los intereses comunes?" (José
Batlle y Ordóñez)
La normativización fue un elemento central en la conformación del nuevo orden social
y "cemento" fundante de la sociedad uruguaya. Dentro de ella, las mujeres uruguayas
obtuvieron ciertos derechos importantes, algunos únicos en el contexto latinoamericano
de esa época. Ingresaron en el mercado laboral y rápidamente lograron un nivel
educativo alto. El paternalismo batllista acogerá a las mujeres bajo el peso de la normaley; el disciplinamiento feminista a las normas será acatado, junto con la "fe" en la
razón y la libertad como ajustada a la obediencia de las leyes que se derivan de la "razón
universal" y conducen necesariamente a la igualdad.
Respecto a la legislación referida a las mujeres, en 1907 se aprueba la primera ley del
divorcio -modificada luego en 1913 y 1919- que condujo a la creación de un régimen de
divorcio por mutuo consentimiento o por sola voluntad de la mujer, en un contexto de
fuerte secularización de la sociedad y del estado. En 1911 se creó la sección femenina
de la Enseñanza Secundaria y Preparatoria. En 1932 se aprueba el derecho de las
mujeres a votar y ser votadas (derecho que es ejercido en 1942). En 1946 (y con la
iniciativa de las primeras mujeres parlamentarias) se aprueban los derechos civiles de
las mujeres .
Asimismo, y en un marco de legislación laboral particularmente avanzado en América
Latina, se establecen la licencia por maternidad para maestras (1912); la "ley de la silla"
(1918) que disponía que todos los establecimientos donde trabajasen mujeres tendrían el
número suficiente de sillas para que empleadas y obreras pudieran tomar asiento
siempre que sus tareas lo permitieran y en 1920 el descanso semanal obligatorio.
Según el censo realizado en 1908 las mujeres -que eran el 43% de la población-
constituían el 17% de la población económicamente activa (el 43% en el servicio
doméstico, 30% en la industria, 11% como lavanderas y planchadoras -"oficio
independiente"-, y 7% profesionales).
En cuanto a la educación secundaria, en 1929 estudiaba el 2.33% de la población
femenina entre 10 y 19 años (frente a un 2.93% de los hombres); este porcentaje fue
subiendo y superando al de los hombres (en 1954 había un 14.02% de mujeres y un
12.29% de hombres).

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